Bajo la piel

Sara es un hombre y suspira antes de fumar
Porque la gente le confunde
Y sale a la calle a pasear, sin mirar alrededor
Ese temor ya no la hunde

Sara ya no escucha los murmullos de capullos
cuyos sueños no se cumplirán jamás;
busca por la noche alguien que llevarse al huerto,
alguien que merezca su calor

Ya no sangran sus encías cuando muerden las heridas
De una vida ajetreada
Que no es nada, que es mentira, se repite anonadada,
Que es la ira de un mente cerrada

Ya no sangran sus encías cuando muerden las heridas
De una existencia sombría,
Que entre tanta tontería, ignorancia y cobardía
Sobresale, airosa, su valía

Ahora ya no cuenta los minutos, para regresar
A ese lugar donde sentía
Que no había cuantía de dolor, ni cerca ni en su interior,
Ahora no tiene ni un temor

Y entre reproche y reproche, la noche es un duende que no comprende tal derroche de hostilidad, y le acaricia la mirada, ahijada de su humildad cercada, y contra cada puñalada, una realidad, y contra cada sociedad oxidada, su personalidad, que ha de crecer, fondeada, en la orilla ya calmada emanada de sus ojos.

Ya no sangran sus encías cuando muerden las heridas
De una vida ajetreada
Que no es nada, que es mentira, se repite anonadada,
Que es la ira de un mente cerrada

Ya no sangran sus encías cuando muerden las heridas
De una existencia sombría,
Que entre tanta tontería, ignorancia y cobardía
Sobresale, airosa, su valía